sábado, 2 de agosto de 2008

SUEÑOS

“A Ella vale la pena verla en la playa, una rubia de ojos verdes, alta, esbelta y con grandes pechos.

Incluso cuando el deseo menguaba, nada me gustaba más que echarme en la cama y mirarla mientras se vestía por la mañana y se desnudaba por la noche.

Allá en el hueco de las dunas, la desato la parte superior del bikini y las veo caer, “Imagina donde estarán a los cincuenta, si a los veinticinco caen así” añadió….”


"El pecho". Philip Roth


Al abrirse la puerta le recibieron unos ojos color miel y unos labios rosados sonrientes. Un collar de besos se colgó de su cuello y sujetándole la cara con sus manos, se detuvo a contemplar el bello rostro del que creía estar enamorado. Cinco minutos de besos con la puerta abierta sirvieron para darse la bienvenida y los dos aprovecharon para tranquilizarse, pues les temblaban las piernas por los nervios.

Agarrado de su cintura, entraron en la habitación, cerrándose la puerta tras de ellos; en penumbra pudo ver por fin a esa mujer que durante tanto tiempo había deseado. Era casi de su estatura, porque llevaba unas sandalias blancas con algo de tacón.

Apenas sin dejar de acariciarse le ofreció un vaso de agua y mientras le servía, vio ese cuerpo con blusa azul y pantalón blanco de lino, que tanto tiempo llevaba soñando poseer. Sin apenas tregua para refrescarse la garganta reseca por la ansiedad de conocerla, volvieron a juntar sus rostros y besarse, saboreándose despacio y mientras respiraban iban identificando sus perfumes.

Quitaron sin cuidado las cosas que había sobre la cama y ella, sentada, comenzó a desabrochar su camisa, descubriendo con su boca un vientre bronceado y demasiado musculoso para su edad. Él, de pie, miraba los ojos de ella, que desde abajo le observaban, y con sus dedos hacia anillos con el rubio pelo de ella.

En un pequeño descanso que aprovecharon para preguntarse por sus mutuos viajes, pues habían quedado en tierra de nadie, quizás porque ambos, aun sin reconocerlo, no querían que los encontraran juntos, pusieron su canción, con el altavoz portátil del Ipod de ella, cimbreando sus cuerpos abrazados al son de la melodía de unos timbales y una flauta travesera.

Armonías y notas que sirvieron para eternizarse de nuevo en besos y caricias, abrazados de pie junto a la ventana, ya con los torsos desnudos, él aprovecho para besar su rostro y descender por su cuello hasta su hombro, y abrazándole, desabrochar su sujetador, no sin esfuerzo. Mientras la besaba los brazos, su perfume enervaba sus párpados entornándolos cada vez más, grabando en su pupila los pliegues de su piel, en algunos sitios cuarteada y que comenzaba a desprenderse de los músculos, en esas bellas arrugas que en el inicio de la madurez, aparecían en ella.

Susurrándole alguna estrofa de su canción, ella abrazaba su cuerpo rodeando su espalda, acariciándole la nuca, mientras unos ojos iluminados y brillantes se miraban, pensando cuantos años había tenido que pasar hasta que se materializara este encuentro, aunque ninguno de los dos tuviese ataduras en la vida.

Sin prisas por amarse, pues ya eran dueños de todo el tiempo, cayeron desnudos sobre las sabanas sin pétalos de rosas, besándose, descubriendo los aromas de las caricias y el tacto de sus bocas.

Susurrándose palabras antiguas por años escritas y jamás anteriormente nombradas, sin llamarse por su nombre, se encontraron en la piel por fin juntos. Él descubrió, primero con sus manos, unos pechos aun tersos y rosados, de pezones claros y ahora endurecidos por su lengua; ella descubrió sus caderas y su pubis. Una maraña de dos cuerpos en un único destino.

Como una libélula pausada sobre un estanque, él comenzó a beber las perlas de sudor que sobre la piel de su vientre afloraban; mientras la espalda de ella se corvaba, levantándo suavemente las caderas…

Me despierto sudando y con una erección increíble, miro la almohada y veo tu rostro cotidiano descansando. Un hilillo de baba desciende por la comisura de tus labios, mojando la tela de la sabana.

Me inclino sobre tu cabeza y beso tus párpados, al abrirse tus ojos te regalo un ¡Buenos días mi vida! ¡¡Te amo!! Y juntos le damos al play de nuestros sueños.

1 comentario:

mar dijo...

bonitos sueños de enamorado, pero aún más precioso el despertar junto a la persona amada...
me encanta tu blog... que ya tengo entre mis favoritos...
mar