domingo, 26 de diciembre de 2010

AUN NO ES EL MOMENTO

“Todo el mundo elogia la victoria en la batalla, pero lo verdaderamente deseable es poder ver el mundo de lo sutil y darte cuenta del mundo de lo oculto, hasta el punto de ser capaz de alcanzar la victoria donde no existe forma.

No se requiere mucha fuerza para levantar un cabello, no es necesario tener una vista aguda para ver el sol y la luna, ni se necesita mucho oído para escuchar el retumbar del trueno”



Sun Tzu EL ARTE DE LA GUERRA

Al salir del ascensor vuelve a surgir un universo tosco, de gruesos olores y simples imágenes; un cartel indicando la frontera roja de la Unidad de Cuidados Intensivos, como si fuese posible olvidar en algún instante donde te encuentras de escalada durante los últimos días.

Se me viene a la mente la fotografía que Mama tiene colgada en la pared, donde estas suspendido de tus manos en una roca de granito, en una postura imposible, sujetándote a la pared, con el torso desnudo, apoyándote en un pie, viviendo al borde, acostumbrado a situaciones de riesgo, donde un pequeño desfallecimiento es sinónimo de hostia.

Se cierran las puertas de hierro y a la izquierda continua colgado del techo el cartel azul con caracteres grises, que informan del número de las habitaciones.

Los pocos que aguardan a que se abran las puertas, giran al unísono la cabeza para ver quien llega, y todos en un movimiento acorde retoman la conversación o el silencio roto por el recién llegado.

No me preguntes porque, pero he ido al cementerio esta mañana, necesitaba estar acompañado por el gélido silencio de la mañana soleada, desahogarme, solicitar justicia y advertir a cualquiera de todos los Dioses que se la tengo jurada.

Hace casi un mes y resistes, ahora detrás de la ventana del Circulo veo transitar la cuidad en una mañana bajo cero y me caliento las manos con la taza de café. Discurren los paso, los alientos vaporosos, el frotar de las manos en busca de calor; sonrisas y gestos serios, hay de todo. El tiempo transcurre entre gestos insignificantes, intento buscar un resultado que me satisfaga, pasan los minutos, las horas, los días y seguimos saboreando la incertidumbre, busco una mirada donde apoyarme y siempre la encuentro, pero nadie canta la tarara en voz alta para tranquilizarnos, joder Carlitos, quiero la tuya, no la de la familia ni la de los muchos amigos tuyos que he conocido durante estos días.

Todo tiende a normalizarse, a ser cotidiano, incluso los pitidos de todos los artilugios de la UCI, Madrid continua su transito diario mientras los putos “guiris” desenfundan sus cámara digitales inmortalizando … ¿EL QUE?, nadie lo sabe, pero se inmortaliza el futuro mediante las imágenes del presente, pues el futuro sin el "hoy" no es nada.

No es odio ni envidia, realmente es un sentimiento difícil de explicar, cuando veo transitar miradas, sonrisas y manos frotándose en busca de calor; pero sabes una cosa, Carlitos, durante estos últimos días me he dado cuenta que es un honor ser tu hermano.