sábado, 16 de agosto de 2008

UN PRODIGIOSO LUGAR

“Seguí mi camino con un intimo escalofrío. Me sentía tan identificado con mi doble secreto que ni siquiera mencioné el incidente en los escasos, temerosos, susurros que intercambiamos.

Supongo que hizo un ligero ruido, fuera el que fuese. Habría sido milagroso que esto no ocurriera en algún momento. Sin embargo pese a lo macilento que estaba, parecía totalmente dueño de si, más que tranquilo, casi invulnerable.”


“El coparticipe secreto” JOSEPH CONRAD

Llevo varios días rastreando por la Isla un lugar, creo que prodigioso por si mismo.

Dormitando, hace ya más de una semana, una tórrida tarde junto a un estanque inundado de nenúfares, al girarme para buscar una postura mas confortable, un minúsculo reflejo apareció detrás de unas enredaderas situadas apenas unos metros junto a mi.

Una cajita de madera, con filigranas de estaño incrustadas, que contenía un húmedo y frágil legajo, una canica, un lapicero despuntado y una ramita seca de poleo.

Los dibujos de la caja representaban caracoles, pececillos, juncos y pequeñas florecillas. Sin ningún cierre y bien conservada, estaba sobre un circulo de piedras blancas al pie de la enredadera que trepa sobre el abedul del estanque; lugar frecuentemente visitado por lo lugareños cuando quieren charlar sin sobresaltos.

Me puse las gafas que había dejado junto a mi para no aplastarlas mientras dormía, y observe el pequeño baúl de madera; simple, sencillo, sobrio e inocente, ligero; con frágiles e ingenuas imágenes grabadas, que aunque permanecían en si inmóviles, mostraban distintas escenas de un mismo escenario.

Sin dudar en abrirlo, me mantuve durante unos minutos contemplando la secuencia de imágenes que las filigranas representaban. Me incorpore y hallé en su interior los objetos que ya he dicho.

Tomé con cuidado los papeles que contenían un sucinto relato que describía el lugar que ya he mencionado como asombroso. Escrito a lápiz con una caligrafía monótona y de rasgos redondeados, relata con todo lujo de detalles un arroyo, río, riachuelo; dejémoslo por ahora en un curso de agua, que se encuentra en algún lugar de la Isla.

Desde esa tarde llevo explorando la Isla en busca de este curso y en los momentos que me detengo para descansar y tomar aliento, releo los papeles, asombrándome, pues en cada lectura la descripción es distinta. Se que se trata de un mismo lugar, pero me sorprendo de cómo muta, de su capacidad en transformarse, como es capaz de mudar su cauce alterando su fisonomía, enmendando su trazado, incluso su nacimiento, sin perder su esencia.

Una de las ocasiones se describía como apenas un hilo de agua sobre un suelo terroso, habitado en su fondo por líquenes entre los que se mueven pequeños renacuajos verdes, en un paisaje de bosques, transcurriendo entre musgos y helechos.

El mismo día, cuando me detuve en una fuente para refrescarme, en los papeles se detallaba un gran río de fondo arenoso y aguas verdes, que transcurre por un ancho valle, con un trazado suave y sin grandes giros. De orillas leves salpicadas de altos juncos y frondosos sauces cuyas ramas rozan unas apacibles aguas lentas y tranquilas, habitadas por redondos cangrejos carroñeros que devoran desechos entre las raíces de las plantas y cuyos profundos fondos surcan barbos, lucios y tencas.

Sentado en una banqueta bajo los soportales de la empedrada plaza de un pueblo, identifico en el relato que contiene las cuartillas, un torrente de aguas cristalinas y frías, sobre un lecho de redondeadas y resbaladizas piedras de granito. De cortantes orillas de ocre oscuro que se desmoronan con las crecidas y dejan ver las fuerte raíces de pinos, hayas y acebos. En las pozas que forma el río cuando se toma un respiro en su vertiginoso descenso, navegan esturiones y truchas sigilosas.

En otras lecturas, se muestra el mismo curso de agua en otros relatos que con más tiempo iré narrando, en cada uno de ellos se refleja un lugar distinto, en un ambiente diferente, pero todos ellos con algo aún sin descifrar y que participan en la existencia de un lugar único y prodigioso.

Llevo varios días afanándome por encontrar este maravilloso río y en ningún libro ni mapa de la Isla he encontrado indicio alguno de su ubicación; hasta que esta mañana al regresar de un paseo por la capital de Utopía y entrar en nuestra habitación te he visto dormida semi desnuda sobre la cama. Mi amor, he sido consciente de un único sentimiento en cada uno de los momentos que estamos juntos o apareces en mi mente, ya sea en el banco del patio mientras leemos, follando como locos sobre la alfombra del cuarto, sentados en el sofá tomados de la mano o haciendo el amor en delicadas e interminables caricias. He comprendido que únicamente me guía un fin, demostrarte que te amo sea cual fuere mi estado de ánimo. Sin saber que casualidades confluyen, cuando como el río, me descubro a ratos distinto, diferente,

Esta mañana entendí que está cercano el momento en el que pueda narrarte cada uno de los cuadros que dibuja este curso de agua, que en un legajo he descubierto.

lunes, 4 de agosto de 2008

FELICIDADES

“La cuna de Tomas estaba situada en la parte antigua de la casa que daba al jardín y seguramente el primer sonido que le saludaba por la mañana era el canto de los pájaros detrás de las persianas”

“El valle del Issa” CZESLAW MILOSZ

Aunque sus padres no estaban dormidos y la esperaban, la niña entró en la habitación sin hacer ruido para quedarse dormida y continuó haciéndolo habitualmente durante años.

Una noche calurosa del mes en el que se siega el trigo. Una noche que invitaba a la conversación con los amigos, sentados en el banco bajo la acacia, mientras los niños jugaban al columpio.

Entró rompiendo el agua, queriendo refrescar la habitación y sorprender a su madre que estaba asomada a la ventana.

Llegó de madrugada, a la hora en que las eras huelen a paja fresca, en silencio y desnuda.

Llegaste para ocupar ese espacio que para ti teníamos preparado, para dormir en la cuna, con el búho que te compraron tus hermanas.

No quiero hacer esto más extenso, para que lo leas, pues en una noche como esta, llegaste hace ya trece años

¡¡ FELICIDADES ANA!!

sábado, 2 de agosto de 2008

SUEÑOS

“A Ella vale la pena verla en la playa, una rubia de ojos verdes, alta, esbelta y con grandes pechos.

Incluso cuando el deseo menguaba, nada me gustaba más que echarme en la cama y mirarla mientras se vestía por la mañana y se desnudaba por la noche.

Allá en el hueco de las dunas, la desato la parte superior del bikini y las veo caer, “Imagina donde estarán a los cincuenta, si a los veinticinco caen así” añadió….”


"El pecho". Philip Roth


Al abrirse la puerta le recibieron unos ojos color miel y unos labios rosados sonrientes. Un collar de besos se colgó de su cuello y sujetándole la cara con sus manos, se detuvo a contemplar el bello rostro del que creía estar enamorado. Cinco minutos de besos con la puerta abierta sirvieron para darse la bienvenida y los dos aprovecharon para tranquilizarse, pues les temblaban las piernas por los nervios.

Agarrado de su cintura, entraron en la habitación, cerrándose la puerta tras de ellos; en penumbra pudo ver por fin a esa mujer que durante tanto tiempo había deseado. Era casi de su estatura, porque llevaba unas sandalias blancas con algo de tacón.

Apenas sin dejar de acariciarse le ofreció un vaso de agua y mientras le servía, vio ese cuerpo con blusa azul y pantalón blanco de lino, que tanto tiempo llevaba soñando poseer. Sin apenas tregua para refrescarse la garganta reseca por la ansiedad de conocerla, volvieron a juntar sus rostros y besarse, saboreándose despacio y mientras respiraban iban identificando sus perfumes.

Quitaron sin cuidado las cosas que había sobre la cama y ella, sentada, comenzó a desabrochar su camisa, descubriendo con su boca un vientre bronceado y demasiado musculoso para su edad. Él, de pie, miraba los ojos de ella, que desde abajo le observaban, y con sus dedos hacia anillos con el rubio pelo de ella.

En un pequeño descanso que aprovecharon para preguntarse por sus mutuos viajes, pues habían quedado en tierra de nadie, quizás porque ambos, aun sin reconocerlo, no querían que los encontraran juntos, pusieron su canción, con el altavoz portátil del Ipod de ella, cimbreando sus cuerpos abrazados al son de la melodía de unos timbales y una flauta travesera.

Armonías y notas que sirvieron para eternizarse de nuevo en besos y caricias, abrazados de pie junto a la ventana, ya con los torsos desnudos, él aprovecho para besar su rostro y descender por su cuello hasta su hombro, y abrazándole, desabrochar su sujetador, no sin esfuerzo. Mientras la besaba los brazos, su perfume enervaba sus párpados entornándolos cada vez más, grabando en su pupila los pliegues de su piel, en algunos sitios cuarteada y que comenzaba a desprenderse de los músculos, en esas bellas arrugas que en el inicio de la madurez, aparecían en ella.

Susurrándole alguna estrofa de su canción, ella abrazaba su cuerpo rodeando su espalda, acariciándole la nuca, mientras unos ojos iluminados y brillantes se miraban, pensando cuantos años había tenido que pasar hasta que se materializara este encuentro, aunque ninguno de los dos tuviese ataduras en la vida.

Sin prisas por amarse, pues ya eran dueños de todo el tiempo, cayeron desnudos sobre las sabanas sin pétalos de rosas, besándose, descubriendo los aromas de las caricias y el tacto de sus bocas.

Susurrándose palabras antiguas por años escritas y jamás anteriormente nombradas, sin llamarse por su nombre, se encontraron en la piel por fin juntos. Él descubrió, primero con sus manos, unos pechos aun tersos y rosados, de pezones claros y ahora endurecidos por su lengua; ella descubrió sus caderas y su pubis. Una maraña de dos cuerpos en un único destino.

Como una libélula pausada sobre un estanque, él comenzó a beber las perlas de sudor que sobre la piel de su vientre afloraban; mientras la espalda de ella se corvaba, levantándo suavemente las caderas…

Me despierto sudando y con una erección increíble, miro la almohada y veo tu rostro cotidiano descansando. Un hilillo de baba desciende por la comisura de tus labios, mojando la tela de la sabana.

Me inclino sobre tu cabeza y beso tus párpados, al abrirse tus ojos te regalo un ¡Buenos días mi vida! ¡¡Te amo!! Y juntos le damos al play de nuestros sueños.