jueves, 25 de febrero de 2010

CONFESION

“GRACIAS A LA MANZANA DE EVA, HOY PODEMOS DISFRUTAR DE TODO LO QUE EL PARAISO OCULTABA: EL WHISKI, EL SEXO SIN FRENO, LAS FABES CON ALMEJAS, LA CERVEZA, EL DESAMOR, LA LASAGNA DE ATUN, EL LLANTO, LA POESIA, LAS CANCIONES DE SABINA, LA ENVIDIA SANA…; DE NO SER POR LA MANZANA AHORA ESTARIA DESNUDO, ABURRIDO”

Ernesto Durruti


Durante todos estos años no he querido contradecir lo que las versiones oficiales dicen de lo que ocurrió aquel día. Los profetas, los Mesías, después apóstoles y juglares, fueron relatando los hechos y poco a poco se fueron transformando, para terminar siendo algo que en absoluto fue lo sucedido.

Mi vanidad y el hecho de estar en los altares, siendo nombrado por millones de voces, vanagloriado, me ha impedido contar lo que quizás fue el mayor de mis errores; dejar que santones, reyes autocoronados en mi nombre, salvadores de patrias y de almas, humildes que esperan que aparezca para mitigar sus desdichas, necias plañideras entoquilladas que a golpe de pecho esperan ser salvadas de sus pecados ocultos; hayan manoseado la historia a su favor.

Pero hace algunos días, desde que leí a Durruti, siento la necesidad de que la verdad de lo acontecido aquellos días, salga a la luz.

Durante los primeros seis días apenas descanse, fueron momentos vertiginosos, modelando, engendrando, designando, legitimando y nombrando lo que iba apareciendo: El firmamento, los planetas, el mar, las sombras proyectadas por el Sol, las plantas; todo en un caos reglado y tranquilo; pudiendo contemplar al séptimo día un orden cuasiperfecto.

Y en un pequeño reducto de todo aquello, Ellos vivían tranquilos, rodeados de manantiales y faisanes, protegidos por altas cumbres de fieras y alimañas, provistos de todo lo necesario en un clima benigno vivían y yacían a diario.

Me sentía orgulloso de tanta armonía y durante mucho tiempo conversábamos acerca de casi todo y de nada. Al cabo del día Ellos estaban a solas y luego cuando nos encontrábamos me narraban sus descubrimientos, encontrando en cada uno de ellos algo nuevo incluso para mi.

Ella era hermosa, de piel suave y sin pliegues, de ojos verdes, deslumbrantes; de labios finos y rosados. Su pelo liso cayendo sobre su pecho que a menudo dejaba asomar unos pezones duros y de piel oscurecida. De caderas redondas y nalgas apretadas, el vientre liso sobre su pubis pelirrojo.

Su conversación era amena y su afán por comprender desmesurado; cuando la oía contarnos las cosas, descubría detalles ignorados y pasados por alto. Perspicaz e ingeniosa, incansable, adorable, cuando me encontraba con Eva esperaba ansioso sus relatos.

Adán, de cabellos azabaches y ensortijados, de piel oscura y ojos negros, labios carnosos, rojizos y dientes blancos; sonriente, apenas sin palabras en su mirada. De cuello fino y hombros estrechos, el pecho y el vientre abultados, su prepucio dejaba entrever un glande vigoroso.

Reservado, tímido, inseguro, de pocas palabras, con afán por comprender, permanecía atento a las descripciones de Eva.

Durante muchas tardes conversábamos y Eva relataba como una lagartija permaneció inmóvil durante horas sobre una roca bajo el Sol, o bien como había estado sentada en la arena de la playa contemplando la espuma de las olas, esperando que en algún momento se repitiera el sonido al romper sobre la arena.

Adán permanecía atento, callado y en su mirada se reflejaba su afán por imaginar aquellas cosas.

Me sentía a gusto a su lado y poco a poco fuimos madurando, los veía caminar juntos y me sentía orgulloso de aquella armonía.

Al pasar del tiempo cada día esperaba con ansiedad el encuentro, necesitaba del calor de su presencia, del timbre de su voz y el roce de su mirada.

Pero un día no aparecieron, a la mañana siguiente salí a su encuentro, recorrí las sombras y los pastos, las lomas, los senderos… los encontré bajo un manzano junto al riachuelo, estaban sentados, abrazados, uno frente al otro, Eva con la cabeza sobre el hombro de Adán, mordisqueándolo, sus piernas rodeaban las caderas de Adán y el gemía suavemente, mientras apretaba sus nalgas y la sostenía dentro de su cuerpo con su sexo.

La cólera, la furia; estaban haciendo el amor, la rabia, la saña y a la vez la impotencia, la decepción pues hubiera querido ser yo el que gozara haber estado rodeado por los brazos de Adán.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Bendita manzana.
Que sería de nosotros, si eva no hubiése sido tan inteligente?.
Un biquiño.

Anónimo dijo...

Si la manzana fue la avia donde Eva creo un deseo de sueños,donde dio rienda suelta a tanto placer de degustacion y sapiencia, vendita tu por tu argucia hecha

saludos