sábado, 10 de enero de 2009

CONTIGO APRENDI

“Apenas despertó aquella mañana, la lengua seca y firme contra el paladar, se asustó del sabor nauseabundo de su propio aliento. Acercó lentamente a su cara la palma de la mano y abrió la boca para dejar escapar una bocanada de aire caliente. El olor a podrido reboto en su piel y ascendió obediente a través de su nariz, perfeccionando la calidad del asco repentino”

“Te llamare viernes” ALMUDENA GRANDES



En el alféizar, Homer, el gato de la vecina, se lame tranquilamente las patas, aseándose medio adormecido. Através de la ventana la luz del primer sábado del otoño recorre la cocina. En la cristalera de al lado, un gorrión seca su plumaje calado hasta los calamos tras la tormenta del mediodía, desconfiando de la presencia del mamífero, recostado apenas a un metro.

En la silla de la cocina, las espirales del humo del cigarro me acunan, en lo que parece que será una tarde calmada, tras una noche de desenfreno y una mañana yaciendo en la habitación, destilando el alcohol libado durante la pasada noche.

Agoto el cigarro y me asombro por la ausencia de síntomas de resaca, apenas recuerdo cuando me metí en la cama de madrugada y leves recuerdos del jolgorio pasado se posan en mi memoria como diapositivas de un fotomontaje surrealista.

Nítidas aparecen las croquetas, la cazuela de callos y las tapas de morcillo de buey estofado que cenamos en la taberna de Antonio Sánchez, las jarras de tinto y el Trina de Luisa, que destrozo el encanto del ágape castizo con el que comenzó la noche.

La primera cena sin lechuga desde que en mayo comenzara la operación “adiós lorza” para lucir palmito en verano.

Han desaparecido los tintes playeros de mi piel reseca, los sabores a sal y mojito, de nuevo las tardes soleadas se acortan, dando paso a las noches eternas de lunas entreveradas en nubes grises, como el mármol de la fría mesa de la taberna, que recoge el camarero, para servirnos los cuatro sorbetes de limón con vodka, pues dicen que el helado impide que la grasa metabolice en los músculos, haciendo una digestión más lenta. Nos deleitamos con el áspero sabor del coctel, entre fotografías y dibujos de personajes taurinos del siglo pasado.

El bullicio, el ambiente cargado por el humo del tabaco y las rígidas maderas de los asientos, me hacen claudicar en la decisión de ir a tomar una copa a un garito cubano que Sole descubrió un sábado de agosto.

Al salir, una ligera brisa hace que me frote los brazos, Carlos y yo somos los únicos que hemos venido sin más prendas de abrigo, en protesta porque el verano llega a su fin y se avecina un otoño indeciso.

El respaldo de la silla se me clava en la espalda y la pava del cigarro me quema los dedos. El recuerdo de la brisa me da escalofríos y me toco los brazos, mientras encuentro una nueva postura y estiro las piernas.

Al bajar del taxi, una casita con luces de colores, creo que en barrio de Hortaleza.

- ¿Pero Sole, donde nos vas a meter?
- Pasa y calla

Una pequeña barra con más de una docena de vasos rellenos de hierbabuena esperan la lima y el ron para ser gastados. Una diminuta pista y apenas dos o tres mesas con taburetes altos.

Apenas tres o cuatro personas y un trío que afina las guitarras y el bongó con un soniquete apelmazador y el primer mojito en absoluto me defrauda. Aplasto la hierbabuena con la pajita mientras el camarero, un cubano de piel tostada y entradas en su cabello negro, una blanca sonrisa de dentadura imperfecta, pero en armonía con su azucarado acento. Ligeramente sin mentón o más bien sin barbilla, con barba poco poblada o más bien con calvas, pero con ritmo en los pies que más tarde se le subirá hasta las caderas; me comenta que a partir de las doce el asunto mejora.

Salgo a la puerta a mirar la noche, “Habana Madrid” se llama el garito de timba cubana, que a santo de que habrá descubierto Sole.

Al entrar ya han comenzado a sonar los primeros ritmos de un bolero que en estos días no pueden más que hacer que sienta una enorme añoranza, Armando Manzanero retumba en el salón…

“Aprendí que puede un beso ser más dulce y más profundo
que puedo irme mañana mismo de este mundo.
Las cosas buenas yo contigo las viví
Y contigo aprendí
que yo nací el día que te conocí”


El segundo mojito no me dura ni una estrofa y mientras contoneo mi cuerpo entablamos de nuevo la conversación de la cena.

Tengo hambre pero no me apetece cocinar, en la nevera únicamente hay comida fresca y en el armario… ¡uf! Necesito con urgencia reabastecerme, al fin abro una lata de jamón cocido, un cuscurrito de pan y una cerveza, hay tardes en que la pereza es uno de los placeres más grandes que afloraron del paraíso corrompido.

Las sombras comienzan a regatear entre las baldosas, mientras enciendo un cigarro me asomo a la ventana añorando la cálida sensación al caminar sin zapatillas por la casa.

A poquitos se ha llenado el garito y sin saber como, parejas de baile se contonean en ritmos diabólicos y sensuales, levantándome la libido a niveles históricos. Samba, son cubano, el punteo del grupo es increíble y la voz algodonada del más bajito del trío hace ascender de los infiernos las más ricas sensaciones, que olvidadas se posan en cada uno de los poros sudorosos de mi cuerpo.

Sin saber muy bien como, comienza a surgir un juego de miradas, con un grupito vecino que ríen y bailan entre ellos. Obviando la hierbabuena, incluso el ron, recuerdo al bajito entonando a Benny Moré en un lascivo “parece que va a llover”.

Lo que pensaba que era un cuerpo decadente, parece interesar a otros y siento el tacto de la piel, la mano en la cintura, el calor del sexo contrario mientras bailo y junto al desconocido concluyo el último mojito de la noche cuando la camisa ya se pega a mi piel…


Cuando la luz de la farola rompe la penumbra del salón, suena el telefonillo y dudo si responder, pues los recuerdo de ayer han hecho que vuelva a humedecerme.

- ¿Sí?
- Lucia
- Dime Sole
- Vamos a tomarnos un vinito aquí enfrente, ¿Bajas?

No quiero romper el hechizo de lo que se avecina, ni tentar dos noches seguidas a la fortuna

- No hoy no puedo, gracias


Sin encender la luz me tumbo en la cama sudorosa. En la silla comenzaba a dolerme el culo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Mojitos, samba, boleros... Noche interesante para cualquier cuerpo, decadente o no.
"Habana Madrid" ¿dónde dices que está?

Ernesto Durruti dijo...

barrio de hortaleza

maliZiakiss.com dijo...

Conozco ese lugar, fui un dia pero no te vi...

¡¡¡Bien!!!, Durruti vuelve a escribir...
Blondie

Ernesto Durruti dijo...

Blondie,quizas la próxima vez podamos compartir un mojito.

Anónimo dijo...

Conozco el lugar. Las islas utopicas estan cada dia mas buscadas, la crisis arremete contra la imaginación y de forma traicionera nos vuelve cada vez mas vulgares, cada vez menos nosotros, cada vez mas uniformes.
Pero siempre hay un momento para el optimismo, ese siempre es sin duda el momento de conocer gente como Ernesto Durruti gran tipo donde los haya, utopico y soñador suficiente para admirarte.

Rimack dijo...

amigo, este escrito lo comentamos en algún momento y hace mucho tiempo que prometí que lo compartiría contigo. Gracias!!





Hoy recibí algo tuyo; unas palabras
que al mismo tiempo nacen
del lugar apartado que visitas,
Y de la más cercana
felicidad con que me ocupas.

Me dices solamente:
"LLegué bien, no le olvido, le acompaño",
y firmas con tú nombre.
Así que no estoy muerta; que respiro
en algún sitio de tú pensamiento,
que una parte tan solo de mí
se quedó en México, escribiéndote,
mientras que lo que soy de verdadero
está contigo en calles, en jardines.

Invisible camino al lado tuyo,
con los ojos cerrados
esperando que tú me cuentes lo que miras
para verlo también, quiero mirarlo
para poder dentro de mucho tiempo,
decirte alguna vez
"¿te acuerdas de aquel viaje que hicimos?"

Quiero además contarte
que aquí también me estas acompañando
que tan concretos y evidentes
como en el lugar en el que descansas,
como la ropa tuya que dejaste
colgada en una percha,
estan conmigo tú voz,tus ojos buenos, tú deseo
de hacer el bien.

Poblados se me alumbran con tú esperanza
el sueño y la vigilia.
Porque tú lo mandaste al despedirnos,
porque soy cosa tuya, he procurado no sufrir.
He querido que no sientas ningún dolor
por causa mía.

En éste dedo chico de tú mano
que es hoy mi corazón
porque te quiero te digo "No he sufrido"

Dejo ya de escribirte
para seguir pensando en ti.
Comienzo a tratarle de "Usted" en mi memoria,
Usted no me ha olvidado;
Yo le estoy esperando
Usted lo sabe.

Anónimo dijo...

Me encanta, con un estilo galdosiano de meterte en los ambientes, los olores, los sabores y las sensaciones que se describen.
Es genial¡¡¡¡¡.