lunes, 8 de septiembre de 2008

PALABRAS

“Me Parece recordar que en los días peores, cuando ni siquiera podía fijar los ojos en los libros, me complacía pensar en el lenguaje, ese don prodigioso que nos fue otorgado desde el inicio. El escritor sabe que su vida está en el lenguaje, que su felicidad o su desdicha dependen de él. He sido un amante de la palabra, he sido su siervo, un esplendor sobre su cuerpo, un topo que cava su subsuelo, soy también su inquisidor, su abogado, su verdugo”

“El mago de Viena” SERGIO PITOL

Me pesan las palabras, las llevo cargadas y colman mi mochila. Afloran en cualquier lugar y disfrazadas de incalculables maneras emergen súbitamente y van granándose, a veces, con gran trabajo.

Ideas, imágenes, recuerdos, sentimientos, son las génesis de esto que al principio no son ni siquiera símbolos y letras.

Me cuesta curtirlas, aderezarlas, adiestrarlas, hasta que se adaptan a mi, o yo a ellas, no si muy bien como surgen. Van germinando y brotan arrancando como un croquis, esbozándose con trabajo primero en relación con su progenitor y se configuran en una secuencia de letras, tomando sentido y a veces, independizándose de lo que las hizo aparecer, se tornan en algo diferente para los que las di a luz.

A veces aparecen magnificas, para esconderse de inmediato y desaparecer durante siglos, y cuando menos lo espero renacen con magníficos vestidos o paupérrimos andrajos; dogmáticas o prácticas.

Algunas se dejan domesticar y las adopto en mi mente. Las alojo junto a otras de su especie y se hacen tratables, incluso serviles. Se van acomodando y forman frases entre ellas. Juegan, se divierten, cambian posiciones, juegan al escondite, a la rayuela, suben al tobogán y se recrean, sometiéndose a la autocracia de mi imaginación. Y cuando trato de nombrarlas se vuelven bravías y rebeldes, incongruentes, sin sentido, en una algarabía de silabas o sonidos. Las escribo, las nombro y se revuelven confundiéndome, conformándose en algo que me hace renacer, sintiendo frío o haciéndome sudar goterones de alegría que caen como chorros sobre la piel del cuerpo de la mujer que amo y añoro.

Como si se tratase de un cuadro de Prendergast, pinceladas de un lienzo aparentemente sin estética, individuales y sin sentido conforman un todo cuando se juntan, apelmazándose unas sobre otras, trasluciéndose, mientras dejan adivinar cuando te alejas, el rumbo que tomarán cuando concluyan de fraguarse.

Acostumbro a decapitarlas, incluso antes de que sean adverbios o adjetivos y se apiñan en sintaxis imperfectas deambulando insomnes, velando hasta que llegue el momento en que las nombre y las asocie a sensaciones o afectos.

Y como en Playa Girón, "quisiera preguntar, me urge, que tipo de adjetivos se deben usar para hacer el poema de algo, sin que se haga sentimental, fuera de la vanguardia o evidente panfleto".

Mientras tanto esperare a que una vez más el mar me devuelva esta botella de naufrago que ahora arrojo en esta Isla.